sábado, 24 de septiembre de 2016

PONGA A PUNTO LA FLORA INTESTINAL DE SU PERRO DESPUES DE VACACIONES



En vacaciones, el simple hecho de salir fuera de casa y de la rutina habitual supone a menudo un cambio de régimen alimenticio de su #perro, pues se relajan los horarios y los hábitos en las comidas. Incluso la incapacidad de llevar de viaje comida natural hace que algunos perros durante las vacaciones pasen a nutrirse de piensos, bien por la imposibilidad de obtener la alimentación natural o por comodidad de sus dueños. 

Cada verano se repite el mismo cuento. Los cambios a peor en la alimentación de nuestros peludos echan por tierra todos los esfuerzos que habíamos emprendido para mejorar su alimentación, y con ello su salud.

Sin embargo, no es sólo durante las vacaciones cuando se engorda. A pesar de los excesos, durante el verano se lleva una vida bastante más activa que permite compensar. Es al volver de las vacaciones cuando se tiene el mayor riesgo de engordar, pues el  nivel de actividad de nuestro perro se reduce, pero seguimos acostumbrados a suministrar  más de lo normal, como durante las vacaciones.

No obstante, volver a casa permite también regresar a los buenos hábitos alimenticios de una dieta barf. Volvemos a nuestra tienda de alimentación www.biodog.es, cuyas secciones nos conocemos de memoria; a nuestros puestos habituales en el mercado y a nuestros tenderos de confianza. 

 
Vacaciones que debilitan el organismo
El exceso de alimentación, así como tomar comida insana, piensos compuestos, produce desequilibrios en nuestro perro. La flora intestinal es la que más sufre.

Hay que recordar que la flora intestinal es un conjunto de miles de millones de bacterias que colonizan el tubo digestivo, al que limpian y mantienen en buen estado. Su papel es fundamental para las defensas inmunitarias. Estas bacterias  protegen de los ataques exteriores de las levaduras y las bacterias nocivas, y también participan en el buen funcionamiento de la digestión carnívora de nuestro amigo peludo.

Se calcula que una flora intestinal en estado óptimo debe contener un 85% de bacterias buenas y un 15% de bacterias malas.

La flora intestinal es un bien inestimable que debemos cuidar a toda costa si queremos mantener un perro saludable. Debemos nutrirla con #alimentosnaturales y volver a sembrarla cada cierto tiempo con probióticos. Y es que las bacterias buenas resultan anuladas por los excesos de cereales, piensos compuestos, chuches y las comidas ricas en hidratos de carbono.

Si durante todo el verano ha descuidado la  flora intestinal de su perro y has visto deposiciones irregulares y blandas, probablemente estará debilitada. Si las bacterias malas toman el control, la flora intestinal será incapaz de protegerse de la primera infección que sobrevenga en otoño y la digestión de su perro también sufrirá.
Tenemos que recordar que el perro no tiene la capacidad de poder hacernos llegar mediante su comunicación de todos sus problemas estomacales e intestinales. Si el perro tiene una colitis, la sufre si más.

¿Cómo hacerlo?
Hablaré de cuatro probióticos y dos prebióticos que pueden ayudar a su perro a comenzar bien el nuevo curso tras el paréntesis del verano.

Los probióticos son bacterias vivas cuya función es colonizar el tubo digestivo, mientras que los prebióticos son nutrientes destinados a alimentar bacterias específicas una vez implantadas. 


Cuatro probióticos
Los probióticos son bacterias muy distintas entre sí, por lo que sus acciones son muy distintas según pertenezcan a una u otra cepa.
  • Lactobacillus rhamnosus
Esta bacteria se utiliza con frecuencia en los productos lácteos en Finlandia y en Estados Unidos, donde sus virtudes para reforzar la inmunidad son muy apreciadas.

El Lactobacillus rhamnosus protege de la diarrea y reduce la permeabilidad del intestino, producida por el síndrome del colon irritable producido por estrés o por una mala alimentación a base de piensos compuestos.

  • Bifidobacterium longum
Esta bacteria beneficiosa se identificó hace más de 100 años en un lactante. De las 500 especies de bacterias intestinales, el Bifidobacterium longum es una de las más extendidas.

Los estudios han mostrado que reduce la intolerancia a la lactosa de los perros , las alergias alimentarias, la colonización por bacterias patógenas y la incidencia de la diarrea.  Además, el Bifidobacterium longum tiene también la capacidad de disminuir el PH del intestino para hacerlo más ácido, lo que ralentiza la aparición del cáncer de colon y patologías víricas y bacteriológicas.
  • Lactobacillus acidophilus
Un estudio ha mostrado que este probiótico permitía atenuar los problemas intestinales provocados por la ansiedad, muy común en muchas razas. El Lactobacillus acidophilus es también útil para facilitar la digestión de la lactosa, en el caso de suministrar productos como queso etc.. Se adhiere con facilidad a la pared intestinal, lo que facilita su implantación cuando se realiza un tratamiento con probióticos para repoblar la flora intestinal.

Pero hay que tener cuidado, ya que aunque el Lactobacillus acidophilus es predominante en el tubo digestivo, no se conoce aún del todo. Por eso, por precaución, se desaconseja en perras gestantes y en perros con síndrome de colon irritable, así como en caso de exceso de bacterias en el intestino o problemas inmunitarios.
  • Bifidobacerium infantis
Es una bacteria probiótica que se encuentra en el intestino. Beneficiosa por los ácidos que produce, que impedirían el crecimiento de la población de bacterias dañinas dentro del colon, juega un papel muy importante en la digestión y el metabolismo.
Y dos prebióticos
  • Fructooligosacáridos
Los fructooligosacáridos se encuentran de forma natural en la, la achicoria(ingrediente de nuestros Menús Biodog), los espárragos y los tomates. Se pueden obtener igualmente de las algas o de la caña de azúcar. Los fructooligosacáridos son consumidos por las bacterias de la flora intestinal, y son excelentes prebióticos.
  • Ribosa
La ribosa es un azúcar útil para todos los organismos vivos, desde las bacterias a los animales. Garantiza el metabolismo óptimo de la célula. Entra en la composición de la adenosina trifosfato (ATP), el carburante de la célula que permite responder a las necesidades de energía del organismo. Permite la fabricación del ácido ribonucleico (ARN) para la transcripción del código genético y sirve también para producir otras moléculas esenciales para los procesos metabólicos, como por ejemplo el NADH.

La ribosa es especialmente importante para estimular y reforzar las bacterias de la flora intestinal: las bacterias buenas que ingiramos proliferarán fácilmente en el tubo digestivo.
Impulsar el sistema inmunitario y mejorar la digestión
Si estos cuatro probióticos tienen tantas virtudes por separado, imagine sus beneficios si actúan de forma sinérgica, “alimentados” además por los dos prebióticos que ha visto. Se crea una bomba de salud que permite volver a sembrar bacterias buenas y nutrirlas para que proliferen en el tubo digestivo. El mantenimiento de la flora intestinal permite reforzar las defensas inmunitarias y mejorar la digestión. Si conseguimos esto, tendremos realmente un perro más saludable.
Fuente: Felipe M. M.
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jueves, 1 de septiembre de 2016

A UN LADRIDO DE LA HUMANIZACION

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Humanizamos nuestros perros. Así ven este fenómeno etólogos y especialistas en comportamiento.

Al separar antes de la sexta semana a un cachorro de su grupo familiar canino, se garantiza en mayor grado la dependencia de ese perro al humano que lo cuidará.
Era el cachorro perfecto ante los ojos de su amo. Ni siquiera requería de paseo diario porque hacía sus necesidades en un césped sintético tipo tapete. Movía la colita para saludar, vivía limpio, no tenía pulgas, apenas si ladraba. Hasta que cumplió 7 meses.
A esta edad se convirtió en el cachorro imperfecto. Orinaba por todo el apartamento e, incluso, sobre las camas, especialmente cuando los tendidos estaban recién cambiados. Un par de veces hasta hizo pis en la chaqueta de su dueño cuando llegó de trabajar.


Semejante versión de nueva criatura que de la noche a la mañana resultó poseída por un comportamiento inaguantable se la explicó al dueño del animalito el etólogo (especialista en comportamiento animal) Juan Camilo González: “Señor, su perro padece de humanización, más conocida entre los expertos como antropomorfización”.

González, médico veterinario de La Salle, con maestría en Etología Clínica de la Universidad Autónoma de Barcelona y docente de la Udca, comenta que cuando el cachorro en cuestión, un yorkshire terrier, alcanzó la madurez sexual (7-8 meses), empezó a comportarse como cualquier macho, marcando su territorio. Así al humano le hubiera parecido que tenía cara y cuerpo de peluche y le diera tratamiento de muñeco, era un perro.

 Cuando se decide por un perro, el humano se inclina más por su apariencia que por su condición natural. Por lo general, desea que se comporte ‘bien’ según los criterios humanos, sin tener en cuenta lo que significa la condición canina: mamífero, altricial (su organismo debe madurar tras el nacimiento), principalmente carnívoro, cazador, gregario, social-jerárquico, protector, neoténico (persistencia de algunas características físicas y de comportamiento juvenil en adultos), explorador, con especiales capacidades olfativas, oportunista, veloz, etc.”, dice Conrado Clavijo, adiestrador, educador canino y asesor comportamental, creador del programa de adiestramiento canino Pilo.

Todas esas características son las que un humano desconocedor de la especie desea que desaparezcan durante la convivencia. Entonces, el humano quiere que su perro “controle los esfínteres rápidamente, no persiga o cace animales, permanezca muchas horas al día solo y al salir no corra, no se deje llevar por los olores, no explore, no coma basura o lo que encuentre en el camino, no hale intensamente para acercarse a otros perros, no destruya cobijas, peluches ni muerda sus pies mientras camina, no corra dentro de la casa, no lama la cara de las personas, no ladre, etc.”, complementa Clavijo.

En resumen, queremos que nuestros perros no sean perros.
El paciente yorkshire del etólogo González no salía porque sus amos preferían que no se juntara con otros perros. Entonces, su territorio era el apartamento y por eso lo orinaba. Los perros marcan también lo que les huele distinto. Si el propietario venía de la calle, olía diferente y por tanto lo marcaba. Y si lavaban los tendidos, cambiaban de olor y el perro procedía a dejarles su sello porque es una forma importante de comunicarse y de interrelacionarse entre los canes. Por eso olfatean todo el tiempo y se detienen a oler: mediante esa función saben si es macho o hembra lo que pasó y dejó su marca, si la hembra está en celo o si un perro amigo estuvo en el sitio. Es información recibida por la nariz. El paciente está en tratamiento actualmente y avanza en su proceso de ‘animalización’.


“Cuando un perro presenta conductas que no son aceptables dentro de la convivencia con el hombre, posiblemente se trate de aquellas que en la naturaleza son comunes o necesarias, o son el resultado de una inadecuada relación humano-animal; también las hay como consecuencia de que sus necesidades como especie no están cubiertas o son efecto de un desorden orgánico”, redondea su explicación el adiestrador.
Carencia de normas. Afecto sin normas. Eso es lo que más humaniza a los perros para hacerlos menos perros, de acuerdo con Stiven López, etólogo canino y psicólogo veterinario de la Universitá degli Studi di Milano (Italia), gerente de Huellas Adiestramiento Canino, en Cali, y entrenador de perros de rescate de la Cruz Roja.
Como se trata de animales de jerarquía, es natural que busquen a alguien a quien seguir porque, si no, ellos asumen el mando. Y ahí empiezan los problemas. Si resalta su territorialidad, cambia su comportamiento. La falta de normas los hace ansiosos y, a veces, destructivos, explica López. Un perro tiene necesidades claras que tienen que ver con su estructura social y la información genética almacenada hace miles de años. Como viven en grupo, necesitan límites y rutinas. Eso los hace felices, de acuerdo con los expertos. De otro lado, para Clavijo nada peor que no tener idea de qué va a pasar en el día a día, ya que aumenta la ansiedad. Por eso, comida y paseo deben procurarse a la misma hora.

Techo, cama, alimento y agua son necesidades que el humano debe proveer, forman parte de los derechos del animal. Y la autoridad debe ser establecida para que entienda quién tiene el control, dice López.
Luego vienen los cuidados, pero en su justa medida.
El humano tiende a proteger, y en ese intento interrumpe el normal desarrollo de los comportamientos de la mascota como animal. Que no se junte con otros perros porque lo maltratan o le pegan las pulgas es evitar que socialice e interactúe con los de su especie y que luego no sepa cómo hacerlo y agreda o sienta temor.
Como otro paciente de González, un pomerania al que le dan asco los perros, no los huele y los evita levantando una pata en señal de rechazo. Se cree humano. El problema es que se volvió tan dependiente de su dueña que intenta morder a quien se le acerque a ella.
Un perro que no camina porque lo llevan en una maletica, que no socializa, que es separado del mundo se sentirá en peligro y tenderá a defenderse ante lo nuevo: personas o perros.
“Humanizar no es solo vestir, consentir en exceso, brindar cuidados desmedidos. También significa pretender cambiar o anular la esencia de otro ser vivo para mi propio beneficio, No tener en cuenta ni o satisfacción. cubrir las necesidades individuales y de especie de ese otro ser vivo es un mero reflejo de ignorancia y egoísmo”, opina Clavijo.


¿Por qué humanizamos a los perros?
Es una tendencia. Hace 400 o 30 años no era así. Quién no recuerda que hasta hace un tiempo el gato llegaba a la casa cuando era necesario cazar ratones. Y era prestado por un vecino o un amigo y terminaba quedándose. O el perro de los abuelos que era alimentado con sopas, andaba sin correa y tenía la función de “cuidar la casa”.
“Ahora los perros son otro hijo, un integrante más de la familia. Pero hay que buscar el equilibrio porque si bien requieren cuidado y protección, también deben saber compartir en sociedad y ocupar el lugar que les corresponde”, remata el veterinario Camilo González.


Límites = estabilidad
Una propietaria de un perro-paciente que atiende el especialista Stiven López, en Cali, llora haciendo el ejercicio de ponerle límites a su mascota. No puede con eso; aunque lo cierto es que los espacios humanos no son apropiados todos para las mascotas, explica López. Un perro en la cocina, por ejemplo, es un peligro porque si algo salpica, el animal puede terminar herido o quemado.
De todas maneras, López asegura que la mala crianza tiene reversa. “El perro se adapta a nuevas normas, aunque depende también de las razas”, explica.
De acuerdo con el experto, los pastores alemanes se adaptan fácilmente a las normas, al igual que los retriever, los labradores, los pitbull y los rottweiler.
Un poco más complicados son los perros conocidos como ‘de cacería’ o sabuesos: beagle, basset hound, bull terrier y bulldog, tercos por naturaleza y ansiosos porque tienen la energía requerida para ir de caza.

Encontrar el equilibrio
Existen estudios que hablan de que un animal normalmente gasta de 6 a 8 horas en actividades exploratorias y búsqueda de comida. Lo que le dedican las vacas al pastoreo, por ejemplo. Un tiempo que no se compara con los 10 o 15 minutos de parque que en promedio le dedica un amo a su mascota.
Los comportamientos compulsivos, enfermedades como la dermatitis producto de que se lamen un solo sitio, pérdida de pelo, entre otros, son generados por estrés en las mascotas. Que bien puede darse por inactividad o por soledad.
Y a veces, cuando el amo se percata de ello, decide mandar a su mascota a la guardería.
El etólogo González dice que 5 días de guardería a la semana, por ejemplo, tampoco son garantía de socialización. Porque el perro no conoce su entorno real ni se le desarrollan rutinas en su vecindario. No conoce a los perros vecinos ni reconoce el ruido de la moto del domiciliario, por citar otro caso; solo conoce a los adiestradores o cuidadores del colegio y ya.
Un perro requiere tiempo. No puede ser el regalo de cumpleaños o Navidad a un niño “para que empiece a ser responsable”. Es un ser vivo. Pero tampoco es un humano al que se le lleva al salón de belleza y se le ponen zapatos para cuidarle las uñas. Los expertos coinciden en que, en materia animal, los extremos no conducen a nada bueno.

Impronta
En etología y en biología se entiende por impronta la carga de conducta que viene puesta dentro de un animal sin que medie ni la humanización ni nada. Hay animales que tienen en su cerebro una mayor parte de lo aprendido y una menor carga de conducta de la especie propiamente, de acuerdo con el biólogo investigador de Instituto Alexander von Humboldt, Germán Corzo.
Los animales a los que los humanos suponemos “inteligentes” son los que se dejan enseñar. Mientras que “cerebros menos elásticos” son a los que se les dificulta el aprendizaje. Lo cual no significa que sean menos inteligentes, explica Corzo.
“Por ejemplo, a un tiburón no se le enseña nada porque todo ya lo tiene aprendido. Que no haya evolucionado no significa que sea obsoleto sino que funciona tan perfectamente que no ha requerido cambiar”, dice.
Se considera que el cerebro de los perros es más elástico (por así decirlo) y por eso se acomoda mejor para aprender del humano. Bien sea traer una pelota o ubicar el olor de un explosivo. Por eso están con nosotros y por eso los necesitamos.
¿Por qué se vuelven agresivos o miedosos?
De acuerdo con el especialista Conrado Clavijo, la humanización puede provocar agresividad o miedo por las siguientes causas:
Baja adaptación por el temor humano a los riesgos existentes fuera de casa. Sobreprotección (cargar, alejar, no permitir el olfateo anal o genital).
La tendencia a vestir al animal sin tener en cuenta que las prendas enturbian la comunicación visual y olfativa entre los perros (saquitos, chaquetas, zapatos, sombreros).
Al separar antes de la sexta semana a un cachorro de su grupo familiar canino, se garantiza en mayor grado la dependencia de ese perro al humano que lo cuidará. El cachorro lo seguirá a todos lados y esto conduce a que se tienda a cargar al animal para expresar amor y protección como ocurre con los bebés humanos, sin permitirle contacto con el piso y otros animales.
Si el perro no disfruta del acicalamiento excesivo, la postura de prendas, la pintada de uñas o la peinada, muy seguramente habrá alguna manifestación de agresividad hacia el humano que intenta hacerlo.
Las habilidades predatorias se mejoran con la experiencia, pero se nace con la inclinación. La ausencia o escasez de juegos de presa dirigidos a objetos para morder, halar y destrozar harán que el perro busque la forma de expresar y entrenar esas conductas. Es posible que un perro que no comparta juegos de este estilo con su humano tienda a perseguir y morder a otros animales. También puede ocurrir que no controle la dureza de su mordida si jamás lo ha practicado o no se le permite dar salida a su forma natural de juego.
Cuando se trata de perros rescatados, es común que el humano que lo rescató o adoptó lo sobreproteja.
Cuando se utilizan perfumes y fragancias que enmascaren el olor natural e individual del perro o las emanaciones de pulpejos, ano, genitales, rostro, las producidas durante la piloerección, se impide la presentación o el reconocimiento social olfativo.
Si se le reprende inadecuadamente por conductas que el humano decide que son inaceptables. Por ejemplo, castigar al llegar a casa por algo que pudo haber ocurrido minutos u horas antes. O regañar con explicaciones de por qué no debe volver a tener esas conductas, golpear con la mano u objetos para drenar nuestra frustración, encerrar durante largos períodos para que el perro piense en lo que hizo, etc.
Cuando el perro queda mucho tiempo solo en casa por razones de trabajo y no se han tenido en cuenta sus necesidades básicas e individuales. Por ejemplo, alimento, agua, espacio para eliminar, refugio, objetos para interactuar, sonidos enmascaradores del exterior, etc. La sensación de abandono, dependencia e inseguridad generada por la soledad se va acumulando día tras día.
Si, además, ese humano regresa a casa y se muestra inestable, excitable y, en lugar de brindarle canales adecuados para que el perro se exprese naturalmente, lo lleva hacia el sofá para abrigarlo y consentirlo durante horas, con seguridad absoluta está abonando el terreno perfecto para que en el futuro cercano ese perro desarrolle diversos trastornos comportamentales.
Uno de los más comunes es la ansiedad por separación y se puede identificar por la aparición de vocalizaciones diversas de alto volumen e insistentes, actividad destructiva dentro de casa, mordisqueo o ingesta de ropa del dueño, temblor incontrolable o grandes manifestaciones en el momento del reencuentro que el humano identifica como demostraciones de afecto.
Piénselo antes de tener perro
De acuerdo con el etólogo Juan Camilo González, en materia de bienestar animal se habla de 5 necesidades básicas que deben ser cubiertas por el dueño de un animal:
1. Hambre y sed. El humano que tiene una mascota es responsable de su nutrición.
2. Confort. Se les debe proveer una cama y un espacio apropiado.
3. Dolor y enfermedad. Las mascotas requieren de medicina preventiva, vacunas y atención a tiempo.
4. Comportamientos normales. Explorar, jugar, relacionarse son derechos de las mascotas, y a esto contribuye el tiempo que se le da cuando se saca a pasear.
5. Angustia, miedo, estrés. Un perro que no socializa es candidato a ser un perro miedoso o agresivo. El contacto con otros perros es fundamental.

RUBY MARCELA PÉREZ J.
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